El pueblo de Murindó, devastado en 1992 por dos terremotos consecutivos de magnitudes 6,6 y 7,2, aún espera una reubicación prometida por las autoridades. Tras la destrucción casi total del municipio, sus habitantes fueron reubicados “temporalmente” a orillas del río Atrato, una región que enfrenta constantes inundaciones.
A pesar de la aprobación en 2018 de una ordenanza para reubicar la cabecera municipal de Murindó a una zona llamada Los Playones, aún no ha comenzado ningún trabajo en ese lugar. Los residentes, quienes originalmente se asentaban en tierras altas, han sido forzados a adaptarse a la vida a orillas del río Atrato, con inundaciones recurrentes que dañan sus viviendas y estructuras.
“Desde que nos trasladaron aquí era con miras a volver a nuestro terruño”, dice el alcalde Oswaldo Quejada Ledezma, recordando las dificultades de adaptarse a una vida en una región propensa a inundaciones.
El Diputado de Antioquia, Andrés Mesa, critica la falta de avance en la reubicación, describiéndola como “una promesa incumplida de todos los gobernadores”. A esta situación se suma la imposibilidad de invertir en infraestructura vital, como hospitales y colegios, dado el alto riesgo del área y la expectativa de un eventual traslado.
La población, mientras tanto, sufre las consecuencias. Helga Cecilia Castillo Zúñiga, coordinadora del traslado, narra los desafíos que enfrentan, desde la falta de un hospital en funcionamiento hasta los costosos viajes necesarios para recibir atención médica o realizar diligencias fuera del municipio.
En el futuro próximo, la esperanza de Murindó descansa en una decisión pendiente del Ministerio del Medio Ambiente, en relación con la zona de reserva forestal donde se planea su reubicación, y en la estrategia nacional de reasentamiento establecida en el Plan de Desarrollo del Gobierno Nacional. Mientras tanto, los habitantes de Murindó siguen esperando un hogar permanente y una vida más estable.
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