“El fútbol lo olvidó”: Carlos Ortega, sobrino del árbitro asesinado hace 30 años por el cartel de Medellín.

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Hace 30 años las balas asesinas del narcotráfico acabaron con la vida del árbitro colombiano Álvaro Ortega. Era el 15 de noviembre de 1989, cuando una orden impartida por Pablo Escobar silenció el pito de uno de los considerados mejores jueces del país.

Por esos días, la sociedad colombiana se debatía en medio del temor por la guerra declarada entre los carteles de la droga. De un lado estaba el de Medellín, con Escobar a la cabeza, y del otro, el de Cali, con los hermanos Rodríguez Orejuela al mando, quienes se disputaban el negocio del narcotráfico en el país.
La sentencia de muerte entregada por Escobar se dio el 26 de octubre de ese año, luego de que finalizara el partido entre América y Medellín en la cancha del estadio Pascual Guerrero de Cali y que terminó con victoria 3-2 para los escarlatas.

El jefe del Cartel de Medellín consideró que el juez bolivarense y quien se radicaba en Barranquilla había perjudicado al equipo paisa al anular una jugada de gol de Carlos Castro, a solo dos minutos de finalizar el cotejo.

Casi tres semanas más tarde, la Dimayor designó nuevamente a Álvaro Ortega como juez de línea para el juego de vuelta en la capital antioqueña con los dos mismos rivales, ambos eliminados de toda opción de pelear por el título.

El juego esa noche fatídica terminó con empate sin anotaciones y sin sobresaltos para la terna arbitral.

Sin embargo, la orden de Pablo Escobar de asesinar al árbitro de 32 años estaba decidida. Así lo ratificó John Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, mano derecha del jefe del cartel de Medellín en su relato en el documental ‘Los dos Escobar’. “Ese día yo estaba al lado del patrón y América de Cali le ganó al Medellín con la mano del árbitro. Pablo quedó muy ofendido y le ordenó a ‘Choco’ que buscara al árbitro Álvaro Ortega para matarlo”.

El hecho ocurrió un poco más tarde de las 10:30 de la noche de ese 15 de noviembre. Ortega, junto a Jesús Chucho Díaz, uno de sus compañeros de terna en ese cotejo en el Atanasio Girardot de la capital antioqueña, salieron del hotel a cenar a un restaurante cercano, cuando fueron sorprendidos por un sicario que se bajó de un carro.
Ortega fue impactado en nueve ocasiones y en medio del desespero su amigo Chucho —en ese instante el árbitro más representativo del balompié nacional— lo llevó hasta la clínica Soma, donde llegó sin vida.

Un asesinato que sigue doliendo al fútbol colombiano y que se convirtió en una vergüenza mundial, a tal punto que el campeonato de ese año se canceló sin coronar a ningún equipo como campeón y al país recibiendo un duro castigo para los equipos colombianos de tener que jugar sus partidos como local en la Copa Libertadores en sede neutral.

Venezuela y Estados Unidos fueron el exilio de los representantes del país, todo por el miedo que sentían los clubes internacionales de pisar suelo cafetero.

Este viernes, tres décadas más tarde, el recuerdo de Álvaro Ortega sigue presente en su familia y en especial para su sobrino Carlos, quien siguió el legado de su tío y ahora se destaca como uno de los grandes prospectos del arbitraje colombiano.

¿Cómo ha sanado su familia las heridas producidas por la desaparición de Álvaro?
No fue fácil para Betty, la esposa de mi tío, a ella le tocó levantar sola a sus dos hijas: Mónica y Lorena. Cuando asesinaron a mi tío, la primera tenía siete años y la otra tres. Betty nunca volvió a tener pareja, se dedicó a criar a mis primas. Mónica cosmetóloga y Lorena es comunicadora social radicada en Lima. Afortunadamente contó con el apoyo de la familia para sacar adelante a sus hijas.
¿Usted, en especial, cómo lo recuerda?
Cuando mataron a mi tío, yo tenía solo cuatro meses. A pesar de no haber sufrido ese duro momento, no deja de ser traumático para la familia el recordar siempre esta fecha. Es algo que no se ha podido superar. Por lo que me han contado mis otros tíos, Álvaro era un excelente ser humano, una persona noble, con un corazón gigante, dispuesto a ayudar a las demás personas. Buen hijo, buen padre, buen hermano, buen amigo. Era un hombre disciplinado y entregado totalmente al arbitraje.

¿El asesinato de su tío quedó impune?
Nunca se supo nada de la investigación. Es un hecho que nunca tuvo una respuesta por parte de la justicia colombiana.

Se dice que la orden de asesinarlo la dio Pablo Escobar, ¿ustedes tienen la misma versión?
Esa es una versión que salió de los mismos hombres que trabajaban para Escobar. Por parte del Estado nunca hubo una información precisa de quién fue el asesino de mi tío.

La gente del fútbol fue solidaria con su familia tras la muerte de su tío?
Lo que te puedo decir es que la razón principal por la que decidí ser árbitro es que mi familia me comentaba que el fútbol se había olvidado de mi tío. Esa fue una linda motivación, la idea es que cada que llegue a un estadio el nombre de mi tío pueda ser recordado.

¿Qué tipo de árbitro fue su tío?
Él se hizo árbitro profesional después de un torneo nacional sub 23 disputado en Medellín. Alcanzó a estar en once partidos como juez central y varios juegos como juez de línea. He podido leer de su carrera porque conservo recortes de periódico y fotos de él. Su esposa, que es mi madrina, me regaló un silbato que mi tío usó en el inicio de su carrera y conservó el escudo de la Federación Colombiana de Fútbol que él usaba en sus uniformes.
El año de 1989 fue complejo para el país en muchas situaciones por culpa de la guerra de los carteles del narcotráfico; el fútbol y el arbitraje no fueron la excepción…
Supongo eso. Para un árbitro no es fácil dirigir con amenazas; además, ese año hubo secuestros de colegas y me imagino que dirigir en ese momento debió ser más complicado por lo convulsionado que estaba el país.

¿Su familia sintió temor por la decisión suya de ser árbitro profesional?
No, nunca. Mi familia siempre ha estado vinculada al arbitraje. Mi padre hacía parte del Colegio de Árbitros de Bolívar y me apoyó siempre desde mis inicios. Ellos nunca sintieron algún temor por lo que había sucedido con mi tío; por el contrario, me respaldaron.

¿Usted ha sentido temor en algún momento de su carrera?
Jamás. Amo el arbitraje, disfruto lo que hago, me preparo para ser un buen árbitro. En ningún estadio del país donde he ido a pitar he sentido temor y nunca he recibido amenazas de ninguna índole.

¿Usted es árbitro profesional desde qué año?
Debuté en la categoría B en marzo de 2012 y en la A pité mi primer partido un 27 de julio de 2014. En primera división ya he estado en 70 partidos, en general acumulo más de 100 juegos dirigidos.

Usted estuvo a comienzos de este año en la cancha del estadio Pascual Guerrero dirigiendo un juego entre América y Medellín, coincidencialmente el mismo partido que le costó la vida a su tío…
Era la primera vez que me tocaba dirigir el enfrentamiento entre esos dos equipos. Cuando fue designado nunca pasó por mi mente que por ese mismo juego mi tío perdió la vida. Simplemente fui a tratar de hacer bien mi trabajo, motivado porque era el duelo de dos clubes grandes de Colombia.

Cuando está en el camerino antes de salir a dirigir un partido, ¿qué se le viene en mente de su tío?
Todos los partidos que dirijo son un homenaje para mi tío Álvaro. Me encomiendo a Dios y hablo con mi familia para tener el apoyo de ellos.

¿La esposa de Álvaro va a verlo dirigir en el estadio?
Después de la muerte de mi tío ella nunca más volvió a un estadio. Me ha visto por televisión, me dice qué debo mejorar o qué debo corregir para ser un mejor árbitro.

¿Ve cerca la posibilidad de llegar al panel de árbitros Fifa?
Se sueña siempre con esa posibilidad. Se trabaja todos los días para ser árbitro profesional y poder representar en el exterior a mi país.

Datos
Carlos Ortega es contador público y actualmente labora en el Instituto Distrital de Deporte y Recreación de Cartagena.
Su tío Álvaro era economista de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla.
Para recordar la memoria de Álvaro Ortega, la sociedad cartagenera bautizó el polideportivo del barrio Bruselas de esa ciudad con el nombre del árbitro asesinado hace 30 años.
Carlos dice ser admirador de lo que fue la carrera del ya retirado Óscar Julián Ruiz y actualmente de lo que ha sido la participación internacional de Wílmar Roldán.
Por el asesinato de Álvaro, el torneo de 1989 se canceló privando al Unión Magdalena de un título; era el equipo favorito para quedarse con la estrella junto a Millonarios y Junior.
Vía El País.

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