Hubo un tiempo en que Riosucio, Chocó, se erigía como un bastión económico, donde el comercio del plátano no solo sostenía la economía regional, sino que generaba empleo y bienestar para cientos de familias. En aquel entonces, las lanchas provenientes de Cartagena llegaban al puerto oficial, trayendo consigo no solo compradores, sino esperanza y prosperidad. Era común ver los botes repletos del plátano que descendía por el río Salaquí, mientras los campesinos, con sus tradicionales carrieles, recibían el pago en sobres enviados desde la capital de Bolívar. No había oficinas de giros ni aplicaciones bancarias, pero sí había estabilidad, trabajo y un motor económico que impulsaba a la comunidad.
Sin embargo, esa época de esplendor hoy parece solo un eco lejano. La violencia, el desplazamiento forzado y la falta de visión de las administraciones municipales han socavado lo que alguna vez fue el eje central de la economía riosuceña. No solo el plátano, sino también el maíz, el cacao y otros productos agrícolas que fueron la columna vertebral de la región han caído en el abandono. Los campesinos, antes prósperos, vieron sus tierras desoladas y su producción sin salida, víctimas de la falta de comercio y del olvido institucional.
Hoy, el panorama es desolador. Los plátanos se pierden en los campos sin que haya un mercado asegurado que los absorba. La falta de infraestructura vial, históricamente utilizada como herramienta de clientelismo político más que como una estrategia de desarrollo, ha convertido la movilidad de los productos en una odisea. Las chalupas que antes llegaban desde Quibdó para comprar el plátano, en un intento de reactivar el comercio, ahora son solo una anécdota. La sedimentación de los ríos, los elevados costos del combustible y el bajo precio del producto terminaron por sepultar lo que quedaba de este comercio.
El drama alcanza niveles absurdos cuando incluso en el casco urbano de Riosucio el plátano escasea, mientras en las fincas se madura sin remedio y se desperdicia. ¿Cómo es posible que en una tierra rica en recursos agrícolas los propios habitantes sufran la falta de los productos que antes exportaban a otras regiones del país?
A esta crisis se suma otro golpe para la economía municipal: con la creación del nuevo municipio de Belén de Bajirá, muchas zonas que antes pertenecían a Riosucio pasaron a estar bajo su jurisdicción.
Esto implica una reducción notable del presupuesto municipal debido a la disminución de su población, dejando en evidencia la necesidad urgente de que los alcaldes presten mayor atención a territorios como Salaquí, Truandó, Cacarica y Balsa. Estas comunidades, ricas en recursos y con un potencial enorme en la producción agrícola, han sido históricamente relegadas y poco valoradas por los gobernantes. Si Riosucio quiere recuperar su esplendor económico, es fundamental que se mire más allá del casco urbano y se promueva el desarrollo integral de estas zonas estratégicas.
Es evidente que Riosucio no ha carecido de potencial, sino de gobernantes comprometidos con su desarrollo. Se requiere una política seria de reactivación económica que priorice la infraestructura para la movilidad de los productos agrícolas, garantice canales de comercialización y, sobre todo, devuelva la esperanza a los campesinos que alguna vez fueron el motor de esta tierra. No se trata solo de recordar el pasado glorioso, sino de construir un futuro donde el plátano de Riosucio vuelva a ser símbolo de riqueza y no de abandono.
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