En un relato conmovedor que trasciende fronteras y circunstancias, Sonia Mena ha tejido una historia de inspiración desde las calles de Riosucio (Chocó) hasta el corazón de Cartagena. Esta valiente mujer, quien escapó de la turbulencia de la guerra a los 17 años, ha transformado su vida desde una modesta mesa de fritos hasta un trono culinario y un papel crucial en la comunidad.
Con más de cuarenta años de trayectoria, Mena se ha levantado como la matrona del Barrio Olaya, conquistando el título de Reina de Reinas de los sabores tradicionales del Caribe colombiano. Su destreza en la creación de más de veinte variedades de dulces típicos cartageneros, así como en la elaboración de pasteles y fritos que han cautivado los paladares locales, es testimonio de su pasión por preservar las raíces gastronómicas.
Pero su legado va más allá de la cocina. Mena ha asumido un rol protagónico en la junta de acción comunal, donde enfrenta con tenacidad la falta de atención a la pobreza en la ciudad. Su lucha incansable por el acceso al acueducto y empleo para las mujeres de su comunidad revela su vocación de líder comunitaria. “Hago asado, sancocho, carimañolas, arepa de huevo, arroz apastelado, hago de todo”, declara con orgullo, haciendo eco de su habilidad para abogar en público y defender los derechos de su gente.
El impacto de Mena se refleja en un legado compartido por otras matronas del Caribe, quienes han convertido la cocina en un símbolo de resistencia y transcendencia. Jennifer Marsiglia, líder de la RedMatronxs, subraya que estas mujeres han construido vidas a través de la cocina, convirtiéndose en íconos culturales y turísticos.
Sonia Mena, coronada por sus emblemáticas creaciones como la carimañola, la arepa de huevo y las empanadas de carne en el Festival del Frito, es ahora conocida como la “matrona de matronas”. Con humildad y determinación, busca que el reconocimiento culinario pavimente un camino más promisorio para las mujeres de su barrio, donde la lucha contra la adversidad y la generosidad coexisten en cada bocado y en cada acto de apoyo comunitario. Su viaje desde Riosucio hasta Cartagena es un testimonio vivo de que el liderazgo y el amor por la tradición pueden transformar vidas y comunidades enteras.
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