Familia indígena de Murindó (Antioquia) afectada por una mina antipersonal recibió Ayuda Humanitaria en especie.

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A esta familia de la comunidad indígena Embera Dobida, de Murindó, le cambió su modo de vida el día en que Plinio, de 13 años, fue víctima de una mina antipersonal y perdió una de sus extremidades.

El 28 de febrero de este año la vida de la familia de Mayorini Dogari cambió por completo cuando uno de sus cuatro hijos, Plinio, fue afectado por una mina antipersonal. Gravemente herido, debió ser trasladado desde la comunidad de Isla en Murindó hacia Apartadó, donde han tenido que permanecer y adoptarse a costumbres y trabajos muy diferentes a los que realizaban en su territorio.

Desde el 2019, el municipio de Murindó se ha visto afectado por las diferentes dinámicas del conflicto armado y las continuas disputas entre grupos armados por el control del estratégico territorio limítrofe del golfo y sus vertientes.

Estos enfrentamientos aumentaron a comienzos de este año y obligaron a 11 comunidades indígenas a restringir la movilidad y sus labores diarias cotidianas por temor a los artefactos explosivos que habrían implantado estos actores armados en sus resguardos.

Justamente en la mañana de 28 de febrero, cuando Plinio y su familia acudían a una reunión, una mina explotó y le causó la pérdida de parte de su pierna izquierda. En una acción desesperada, desde el monte sacaron al niño del lugar.

“Salimos de la comunidad casi a las 7 de la mañana. Íbamos más de 100 indígenas a una reunión a la comunidad de Gorrojo (hoy Chimiadó). Ya habían pasado doce personas por ese lugar y entre esos iba él. En ese momento el reloj de otro muchacho marcó la alarma de las 7 en punto y con eso reventó la mina”, cuenta Mayorini.

En ese momento tomaron a Plinio y tuvieron que regresar hacia la comunidad. Caminaron por alrededor de 2 horas hasta lograr un bote con motor que los conduciría durante otras tres horas hasta el hospital de Murindó, pero la gravedad de sus heridas no daba espera y fue trasladado durante otras dos horas en panga hasta Brisas, en Carmen del Darién, para tomar por tierra la ruta hacia Apartadó, donde permanecen mientras recibe la atención médica requerida.

Ante este hecho, otras 24 familias se desplazaron desde Turriquitadó Alto a Turriquitadó Llano, mientras la familia de Mayorini, ante la tragedia, tuvo que huir hacia Apartadó, dejándolo todo allá.

“En los primeros días, y hasta el momento no hemos aguantado hambre. Hemos tenido el apoyo de las entidades que nos han ayudado. Estuvimos por ocho días en una casa acá en Apartadó, pero no pudimos seguir allí por sus regulares condiciones; entonces los zenúes nos consiguieron una casa buena, limpia, en la que podemos estar, pero le hace falta un sanitario, lo que dificulta al niño en su estado”, dice Mayorini.

En el resguardo Las Palmas, en Apartadó, habitan dos etnias, los Embera Chamí y Zenú, con los cuales comparte algunas de sus costumbres, y donde dice sentirse acogido y apoyado junto a su familia, constituida por su compañera, sus tres hijos varones de cinco y diez años, Plinio de 13 y una hermana de 15 que adelanta su bachillerato en el Chocó.

“Yo soy Dobida, mi mujer Eyabida. Ellos nos han colaborado, yo lo agradezco porque nos recibieron bien. Como Embera uno lo agradece. Las costumbres son casi las mismas porque todos somos iguales” asegura.

Desde entonces han tenido que enfrentarse a un contexto diferente al suyo y cumplir con otras labores y costumbres que no son las propias. Mayorini sostiene a su familia del jornal, aserrando madera, y con lo que le sale en el día, mientras que en su territorio dedicaba la mayor parte del tiempo a la agricultura.

“Donde yo vivía, en la comunidad mía, sembrábamos maíz, arroz, yuca, banano, el primitivo que es lo que más consumimos los indígenas; también cortábamos madera y con eso comprábamos lo que hacía falta de la comida”.

“En la comida no nos dan todo lo que uno necesita, sino que ya yo trabajo por ahí, un día, dos o tres días a la semana, con lo que compramos la carne o el pescado, y con eso sostengo la familia mía, hasta el momento”, explicó.

Estos accidentes con minas, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) son dolorosos, y tienen repercusiones graves en la parte física y emocional de los afectados, No obstante, Plinio, en su mundo de infante, desde que le ocurrió el accidente pensaba en su estudio y le inquietaba el hecho de no poder continuar; sin embargo, ya comenzó a estudiar en grado sexto y alienta a su padre para que se queden y accedan a sus derechos.

“A él lo visitaron unas hermanas del colegio de Vigía, le trajeron oficios con los documentos, y le dijeron: Plinio usted va a estudiar normalmente como quería estudiar, no se aflija, siga estudiando que nosotros lo seguimos apoyando. Le dejaron las guías y él ha estado haciendo sus tareas y a cada rato lo llaman las hermanas. Él ha estado muy pendiente de eso”, dice.

La recuperación tras perder una extremidad es lenta, lo que les obliga a estar en constantes chequeos médicos. Mayorini cuenta que cuando sucedió el hecho recibieron apoyo psicológico por parte de la Alcaldía de Apartadó, pero siente la necesidad de retomar y pide mantener ese acompañamiento.

“Por el momento quiero que agilicen el tema de la prótesis, ya que como es menor de edad me han dicho que tienen que cambiarlas varias veces. Espero que agilicen eso, ya que hasta el momento nadie me ha dicho esto se va a quedar así, o al niño lo vamos a ayudar de la siguiente forma. Nadie me ha dicho eso; quiero que me colaboren en esa parte o qué debo hacer”, agrega Mayorini.

Tan pronto le fue entregada la Ayuda Humanitaria en especie a Mayorini y a su familia, por parte de Elizabeth Granada Ríos, directora territorial Urabá Darién, se dispuso de una atención prioritaria para que solicitara la Atención Humanitaria por otro desplazamiento ya registrado que sufrió en el pasado y recibir orientación sobre el avance en el acceso a la ruta por los nuevos hechos presentados.

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