Nació en San José del Guaviare, fue criada en Urabá, realizó sus estudios universitarios de comunicación social en Medellín y su vida profesional la desempeña en Bogotá mayoritariamente.
Confidencial Colombia habló con ella sobre su trayectoria, los retos que implica ser una mujer negra en los medios de comunicación y su proyección a futuro.
Confidencial Colombia: ¿Cómo nace el interés por el periodismo y la comunicación social?
Yajaira Perea: Tengo la imagen de mi infancia y el anhelo de querer ser profesora o comunicadora social y periodista. Quería ser profesora porque mis padres lo son. Crecí siempre con la imagen de ellos en la mesa de la casa con muchos libros, preparando las clases, revisando exámenes o pasando notas al sistema. La segunda imagen que tengo es pasando los canales del televisor y llegando a la sección de noticias internacionales y siempre preguntaba: “¿Qué tengo que hacer para hacer lo que ellos hacen? Yo quiero”.
Desde muy pequeña anhelé estar sentada en un set y en la calle con un micrófono diciendo qué está pasando, contándoles a otros lo que veo, lo que siento o lo que logré investigar. Por eso, siempre que mi hermano llegaba de jugar un partido de fútbol, yo cogía el cepillo del cabello y lo entrevistaba sobre cómo estuvo el partido, las faltas y demás. Con mis papás igual, generalmente lo hacía con mi mamá, preguntándole cómo estuvo el día o cuál fue el alumno más especial. Siempre estuve indagando y preguntando cosas. Esa curiosidad viene de ellos, de verlos leer y enseñar siempre.
Quería saber qué pasaba en esos pueblos y países a los que imaginaba que nunca podría ir o esos lugares que no había visitado. Incluso donde vivía, de cómo eran los otros barrios en Apartadó a los que no había ido… Siempre he sido muy curiosa. Lo que estoy haciendo hoy, lo tuve siempre en mi mente.
“Infortunadamente, todavía existe el sesgo negativo hacia el cabello afro”
C.C.: Creció entre Apartadó y Urabá y luego migró a Medellín ¿Cómo percibió ese cambio cultural entre ambas zonas?
Y.P.: Crecí en Urabá, con la idiosincrasia de una región de personas muy cercana, donde la gente se conoce, te encuentras un vecino o un pariente, un amigo de tus papás o un amigo de tus hermanos. Ahora, pasar a vivir a una ciudad como Medellín donde la dinámica es distinta, en la que todo es más grande, más lejos… En Urabá la gente se sube a una buseta y todavía dice “¡Buenos días!” y todos responden, amo ese recuerdo. En la ciudad la dinámica empieza a cambiar. Adaptarme no fue fácil. Era la primera vez que salía de mi casa con un sueño en mente. Dejé atrás la comodidad, mis papás, mis amigos y lo conocido por iniciar una nueva vida en la universidad. Así que al principio fue muy difícil. Muchas veces le dije a mi mamá que me quería devolver y estudiar otra cosa, y ella me decía: “No inventes, lo haces y lo terminas porque es lo que quieres”. Y así fue, me adapté rápidamente y amo Medellín, es una ciudad hermosa, donde tengo amigos maravillosos y familia, por lo que viajo frecuentemente.
C.C.: Como afro que soy, creo que el cabello afro es parte fundamental del discurso de la comunidad y en cierta medida resistencia porque a algunas personas no les admiten trabajar con su tipo de cabello al considerarlo informal ¿Ha lidiado con este tipo de discriminación?
Y.P.: Infortunadamente, todavía existe el sesgo negativo hacia el cabello afro, los prejuicios están a la orden del día. Vivimos en una sociedad que, aunque raro, sigue creyendo en el estereotipo de belleza donde la mujer rubia, de cabello lacio y ojos azules, sí es hermosa y el resto no. Y digo que es un tanto ilógico, porque es un porcentaje muy bajo en un país como el nuestro que es resultado del mestizaje. Nace en parte del desconocimiento de nuestra historia.
Lo cierto es que hay un movimiento muy grande de hombres y mujeres que estamos rescatando nuestra herencia y lo que somos, porque el cabello hace parte de eso. Es el sello más claro de nuestra identidad, y a diferencia de lo que nos han dicho por años, tenemos claro que es hermoso, versátil y formal.
Al igual que muchas jovencitas, no veía la hora de crecer para alisarme y recibir muchos elogios sobre cuán liso estaba y lo fácil que sería peinarme. Y así fue hasta que, como en todos los casos, se me empezó a caer el cabello, inicié a usar extensiones y entré en ese círculo vicioso de no soportar ver crecer la raíz porque inmediatamente iba al salón de belleza a cepillarme.
Nunca disfruté ese proceso, no lograba entender por qué, hasta que un día me dije: ¿Y qué tal si no lo hago más? ¡Qué cansancio! Hablé con una amiga que me orientó sobre las opciones que tenía y opté por la más contundente: el Big Chop o Gran Corte.
Y así inicié mi transición en Bogotá, me corté completamente el cabello, aprendí a conocerlo nuevamente mientras crecía y ha sido una de las experiencias más hermosas de mi vida. Me ha permitido redescubrir mi belleza, mi feminidad y fortalecer mi autoestima de una manera muy especial.
“Mi afro no solo es un elemento distintivo sino también un símbolo de identidad y resistencia”
Ya han pasado dos años y medio desde eso y solo puedo decir que amo completamente mi cabello y lo que soy y logré comprender que esa es la razón por la que han querido convencernos de lo contrario. Nos vendieron muy bien la idea de que nuestro cabello crespo, rizado o afro está mal y resulta que cuando eliminas tu cabello, estás también eliminando tu esencia, lo que te hace ser quien eres, tu identidad. Por eso este es un tema fundamental en nuestro discurso, llevar el cabello al natural es un acto político y por eso debe ser entendido como tal.
Por otro lado, no podemos olvidar que también está relacionado con la salud de las mujeres, no es solo de estética, aplicar aliser o soda cáustica, como les toca a muchas, trae consecuencias graves como quemaduras o alopecia.
En algún momento lo que escuchaba era tipo: “Tú quieres ser periodista y presentadora de televisión, pero mmm ¿Con ese pelo?”
. Sí, he tenido que lidiar con ese tipo de cosas, pero resistir nos permite conciliar nuestros proyectos con la identidad porque el profesionalismo y la estética afro pueden ir de la mano, tranquilamente.
Mi afro no solo es un elemento distintivo sino también un símbolo de identidad y resistencia.
El mensaje que hoy quiero compartir con las mujeres que sienten la presión de alisarse para ser “aceptadas”, es que recuerden que somos bellas tal cual somos y nuestro cabello no nos hace más ni menos profesionales que a nadie. Pueden ser las profesionales que quieran y lucir sus hermosos cabellos, trenzas o turbantes.
C.C.: La periodista colombiana Ilia Calderón hace unos años tuvo la situación de entrevistar a un líder del Ku Klux Klan con todo y lo que implica ser una mujer afrolatina en Estados Unidos. Llevó el profesionalismo a otro nivel. Si le ponen en la misma situación ¿Haría la entrevista al líder del Ku Klux Klan?
Y.P.: La entrevista de Ilia Calderón al líder extremista de KKK, demuestra su gran valentía, soportó de manera admirable insultos y amanazas, que son las que han recibido las comunidades negras de manera histórica. Ella no se quedó callada, refutó en muchas ocasiones y contrapreguntó sin miedo. Como profesional, me encantaría estar preparada para hacerlo con un invitado cuando sea necesario. Así que, si en algún momento tengo un reto parecido, espero hacerlo con tanto valor como ella.
C.C.: ¿Cómo fue ese reto de trabajar como corresponsal para la DW (Deutsche Welle)?
Y.P.: Deutsche Welle es una cadena alemana que goza de un gran reconocimiento por hacer periodismo serio. Tuve la fortuna de trabajar para el canal en español como corresponsal de Colombia en una temporada de fin de año y ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Además, porque siempre he sido televidente del informativo y eso lo hizo aún más especial.
Cubrí varios hechos para ellos como la aprobación de la reforma tributaria; el relevo del jefe del Ejército, del general Nicasio Martínez a Enrique Zapateiro; algunas manifestaciones contra el gobierno del presidente Iván Duque; y el homenaje realizado tras el primer mes del asesinato del estudiante Dylan Cruz a manos de un integrante del ESMAD, entre otros.
Fueron temas que me dieron la oportunidad de hacer reportería, estar desde la calle, contarle a la audiencia de América Latina lo que estaba pasando en Colombia. Fue un reto maravilloso porque me permitió poner en práctica muchas habilidades, usar un lenguaje adecuado, claro, preciso y comprensible para televidentes del país y el exterior, además me convirtió en la tercera periodista negra de Colombia en llegar a las pantallas de un medio de comunicación internacional, después de Ilia Calderón y Edna Liliana Valencia. Con DW quedaron puertas abiertas, proyectos a futuro y es una casa a la que me gustaría regresar.
“Todavía hay comportamientos excluyentes que les cierran las puertas a profesionales por su apariencia, origen, oriental sexual o color de piel”
C.C.: ¿Cree que al periodismo colombiano aún le falta representación tanto en las comunidades afro como las indígenas?
Y.P.: Definitivamente, sí. Los televidentes están demandando verse representados en los contenidos que consumen y eso incluye personas de distintas regiones, con diferentes acentos, afros, indígenas y comunidad LGBTI, entre otros, porque eso es Colombia, un país rico en diversidad y cultura.
Sin embargo, todavía hay comportamientos excluyentes que les cierran las puertas a profesionales por su apariencia, origen, orientación sexual o color de piel, y en caso de que logren entrar, deben enfrentar constantes actos de microracismo, esas conductas, comentarios o gestos cargados de estereotipos raciales que no les permiten avanzar. Por eso es importante que las acciones de inclusión vayan acompañadas de garantía de derechos para estas poblaciones.
Me siento muy orgullosa de pertenecer a Canal Capital, un espacio en el que la diversidad está presente en todos sus contenidos. Es un canal pensado por la gente y para la gente y eso hace que tenga una excelente acogida tanto en Bogotá como en el resto del país. La gerente, Ana María Ruiz, es una mujer maravillosa, que ha sabido leer la ciudad y ha hecho de Capital un canal para todos. Me hace muy feliz ser parte de este proyecto.
C.C.: ¿Qué implica desde su perspectiva ser afrocolombiana?
Y.P.: Ser afrocolombiana es sentirme orgullosa de mi herencia e identidad. Reconocerme como una mujer con conjunto de valores culturales, espirituales y políticos que me permiten ver el mundo desde allí y enriquecer lo que hago.
Ser afrocolombiana implica pensar y actuar de manera colectiva, teniendo presente las necesidades que tenemos como comunidad, que nos permitan avanzar hacia mayores espacios de participación y reivindicación.
Ser afrocolombiana es ser fuerte, solidaria, capaz, hermosa, resistente y, en la mayoría de los casos, especialista derrumbando estereotipos.
C.C.: Por último ¿Qué metas tiene a futuro?
Y.P.: Me gusta pensar que el futuro es hoy porque depende de lo que ocurra ahora. Considero que lo más importante es forjar una carrera sólida, trabajar cada día para hacerlo mejor que ayer y aprender de los mejores.
Anhelo posicionarme como una de las periodista y presentadoras de noticias más destacadas, no solamente por el tema de la identidad afro -que es importante- sino también por la calidad y profesionalismo, a nivel local, nacional e internacional.
Vía: Confidencial Colombia.