La tragedia desde otro punto de vista.

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Alrededor de 150 viviendas han sido consumidas por las llamas en Riosucio, aunque los eventos de mayores proporciones se han registrado con un periodo de 10 años, iniciando con el ocurrido el primero de mayo 2010 donde alrededor de 40 familias quedaron sin techo, y el mar reciente el 28 de noviembre de 2020 con el saldo ya conocido.

Sumados estos dos eventos la cifra supera las 120 viviendas, pero se deben adicionar las casas reducidas a cenizas del 12 de mayo de 2017, y demás viviendas y locales comerciales que prácticamente de manera individual se han presentado o uno de los más trágicos en cuanto a pérdidas humanas que vistió de luto a la familia Pestaña en el Barrio Makent.

Los seres humanos como seres de costumbres, sentimos el apegue por las comodidades que nos brindan los bienes materiales, una característica mucho más marcadas en las personas mayores. Lo que conseguimos con sacrificio y esfuerzo pasa de ser un simple enser y gana un significado casi que espiritual por la historia y los recuerdos que representa. Pero la misma costumbre con el tiempo nos permite vivir o sobre vivir sin aquello que nos duele no tener hoy. Todo se puede mientras haya vida, aun sabiendo que la muerte esta tan confiada que nos dio una vida de ventaja.

Lo ocurrido el pasado 28 de noviembre, nos ha obligado a remarcar en nuestros escritos, o conversaciones la palabra tragedia. ¿Pero en base a las circunstancias que pueden rodear a una tragedia se puede mirar estos nefastos eventos como algo positivo?
La Biblia explica con estas palabras una de las razones por las que el hombre sufre: “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos” (Eclesiastés 9:11).

Entonces a la luz de las escrituras, no se necesita ser bueno o malo para llegar a estar en medio de una tragedia, no importa el estatus económico, la condición social o si eres creyente o ateo.

Y si estamos tan expuestos, si somos tan vulnerables ¿porque esas mismas tragedias pasan por nuestras vidas convirtiéndonos en lobos voraces o despertando lo peor de nuestro ser, en lugar de edificarnos y despertar aún más el don de la humildad?

La vida continúa su ciclo natural y aunque permanentemente nos está dando enseñando con sacudidas unas más fuertes que otras, siempre retorna a una aparente normalidad, al menos así lo percibimos. En consecuencia es factible decir que las tragedias hacen parte de la vida misma, que aunque son más ruidosas no son mayor en número a los momentos tranquilos o felices. Pero sin duda son las tragedias las que más cosas positivas producen.

Resultaría fácil desde mi aparente tranquilidad, plasmar líneas con tinte moralista, incluso recriminatorio al comportamiento mismo de algunos de los afectados, que quizás sin pensar demuestran echar en saco roto la solidaridad de muchos, que siguen llenando sus corazones de odios y lo expresan. Pues el egoísmo entre algunos afectados contrasta con el sentimiento de bondad que el evento que los damnifico ha despertado en las masas.

Tal vez las tragedias, nos han querido mostrar que como pueblo, podemos y merecemos ser un mejor pueblo, que las diferencias ideológicas no deben ser bajo ninguna circunstancia motivos para el odio. Que nuestras virtudes ancestrales no deberían ser para usarlas en contra de nuestro prójimo, que los rituales de fé, cual quiera que se nuestra fe deben ser para bendecir, para pedir abundancias para surgir como hermanos, más no para señalamientos y actos oscuros.

Si las tragedias y el poder, revelan el verdadero ser, el yo interior en Riosucio debiéramos conocernos todos tal cual.

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