A pesar de los obstáculos, joven víctima del conflicto armado, cumple sus sueños.

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Por: Enrique Mena Moreno // Visaje Negro

El 27 de febrero de 1997 la familia de Édinson Palacios Ramírez fue desplazada de la cuenca de Cacarica en Riosucio, Chocó, hacia el municipio de Turbo, Antioquia, en lo que se denominó la operación Génesis, una macabra violación de derechos humanos, por la cual la Corte Interamericana de Derechos Humanos, responsabilizó al Estado colombiano.
“Fue un viaje drástico, nos tocó venir de allá forzosamente cuando el grupo armado entró a la comunidad. Caminamos como dos días para poder llegar a un puerto. Al llegar solo quedaba un barco nos tocó montarnos en el último barco que quedaba y viajar revueltos con el ganado que allí venía, porque si no nos embarcábamos, nos hubiéramos quedado allá a la de Dios” recuerda Édinson cuando le tocó salir de su territorio con tan solo 5 años.
Édinson, en compañía de sus tres hermanas, hermanastro, mamá y padrastro, llegaron a la vereda Leoncito, Bocas del Atrato, Turbo, de allí fueron transportados en un bote hasta el Waffe, puerto de embarque de pasajeros, Posteriormente, junto a otras cinco familias, fueron transportados en un coche hacia los albergues que se dispusieron para socorrerlos.
Esta familia decidió retornar a Cacarica, después de aproximadamente dos años, pero ya las condiciones no eran las mismas, se sentían inseguros, otra vez volvieron a Turbo: “Mi mamá decidió comprar un solarcito en el Obrero y construir una vivienda para que no nos tocara estar todo el tiempo en el campo”, explica Édinson.
Durante esa época el barrio Obrero tenía muchas problemáticas sociales: pandillas juveniles, consumo de droga, hurto. “Era un barrio de puentecitos”, comenta.
La vida de Édinson se dividió entre Turbo y Cacarica, iba a la tierra que lo vio nacer en el mes de diciembre. Y así lo hizo durante 5 años. Sin embargo, la violencia se volvió a agudizar en su municipio y su familia decidió radicarse en Turbo.
Edison ya tenía 10 años y no había entrado a la primaria, el veía a sus amigos: “Yo iba y los acompañaba y les traía el bolso y qué bacano que están estudiando” la escuela cerró sus puertas y su familia decidió que volviera al Chocó, sus sueños por salir adelante nunca se apagaron y llegó una nueva oportunidad de ingresar al estudio y ¡esa fue! Édinson ingresó a 1º en la Institución Educativa San Martín de Porras, siempre fue uno de los más grandes en los salones, pero siempre quiso salir adelante y buscaba leer cartillas para tener más conocimiento y tratar de ganarse una promoción de grado. A él a su corta edad le tocó trabajar en la tienda de la escuela para conseguir algo de dinero y llevar descanso.
La familia de Édinson Se alimentó con pesca´o, bienestarina y harto banano… la bienestarina con tajada se convirtió en su menú infaltable en el desayuno: “Así es la vida ahora de pequeño… por estas cosas quiero, quiero estudiar, quiero ser alguien, un día le dije a la profesora Lastenia: usted algún día va a conseguir mi nombre escrito en un libro, en la historia del municipio”, recuerda.
Por ser un alumno extra-edad y estar en un grado tan bajo le ofrecieron que se inscribiera a la Escuela nocturna para terminar mucho más rápido su bachillerato. Pese a estar inmerso en un contexto de pandillas juveniles, y rodeado por personas de su edad, que ya estaban a punto de graduarse y muchos trabajan, él tenía un propósito claro: salir adelante por medio de la educación, por eso siempre iba motivado a las clases.
Su amor al campo, lugar donde pasó su infancia, lo llevó a estudiar producción agrícola en el SENA, en esta oportunidad para costear su estudio le ayudaba a contar y a vender los pescados a los señores del Waffe.
Los deseos de Édinson permanecían ahí y su hambre de conocimiento lo llevaron a presentarse a la Universidad de Antioquia seccional Urabá, en la primera oportunidad no pasó, las personas le decían que ingresar era muy complejo. Sin embargo, pasar a la UdeA se convirtió en un reto, no contaba con el dinero para comprar el pin de registro de la U y su madrastra se lo regaló porque confiaba en sus capacidades y tenía fe en que él pasaría el examen.
Se presentó la segunda vez y vamos que vamos… “es este examen y yo… es la oportunidad de la vida y de demostrar que esta universidad no me queda grande”, y cuando ingresó, sintió esa felicidad como si se hubiera ganado el baloto. Terminó y se graduó como Tecnólogo en Saneamiento Ambiental. Su sueño no para acá, él quiere seguir estudiando para llegar a ser un profesional y quién quita, hasta con maestría.
Cuando se quiere, se puede. Édinson tenía sus metas claras y pese a los obstáculos lucho por ellas. El apoyo de su familia, especialmente el de su madre, Mavel, fue indispensable para lograr otro de sus sueños.

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