Riosucio entre el barro y la indiferencia: Mientras la gente se empantana, el alcalde sigue cómodo pavoneándose en su carro.

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En Riosucio, Chocó, la paciencia de los habitantes se agota. Las calles del casco urbano se han transformado en auténticos lodazales que convierten la vida diaria en una odisea. Con cada aguacero, el municipio queda atrapado en el fango, obligando a niños, jóvenes y adultos a calzarse botas para poder salir de sus casas, mientras los carros se atascan y las motos apenas logran avanzar.

La comunidad reclama soluciones desde hace años, pero la respuesta de la administración municipal ha sido mínima, casi inexistente. La inconformidad crece, pues lo que debería ser una prioridad la movilidad y la dignidad de los ciudadanos se ha reducido a promesas que nunca pasan del papel.

Lo más grave es la pasividad con la que el alcalde enfrenta esta situación. Su desconexión con la realidad que viven los habitantes es evidente: no se empantana porque rara vez camina, recorre el pueblo en su carro y así evita sentir en carne propia lo que sufre la gente. Esa distancia entre gobernante y gobernados alimenta la percepción de un mandatario indiferente, más preocupado por su comodidad que por atender las urgencias de su municipio.

Anunciar planes de mejoramiento vial sin mostrar avances concretos solo aumenta la frustración de la población. Mientras tanto, las calles siguen siendo trampas de barro que reflejan la falta de gestión y compromiso de esta administración.

Hoy los riosuceños no piden favores, exigen respeto a su derecho de transitar con dignidad. Y la pregunta que queda en el aire es: ¿hasta cuándo deberán caminar entre el lodo esperando que la alcaldía despierte de su letargo?

 

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