“Del dicho al hecho hay mucho trecho.”
Así podría resumirse la historia reciente del municipio de Riosucio, bajo el gobierno del alcalde Juan Moreno Mena. Un refrán que encierra la distancia entre la palabra empeñada y los hechos cumplidos, entre las promesas de cambio y la realidad que hoy golpea a una comunidad que, con esperanza, creyó en la seriedad de un empresario que decía venir a transformar el rumbo del pueblo.
Durante la campaña, muchos líderes, comunidades y ciudadanos apostaron su confianza en un discurso que prometía combatir la corrupción, trabajar desde el territorio y poner fin al abandono. Hoy, sin embargo, el panorama es distinto: Riosucio continúa sumido en el atraso, con calles sin arreglar, obras detenidas, instituciones sin rumbo y una administración municipal que parece más concentrada en los viajes que en las soluciones.
La idea de un cambio movilizó a cientos de seguidores. Uno de ellos fue Ariel Moreno, quien en plena plaza pública habló de su fe en la palabra del entonces candidato. Su voz, cargada de ilusión, representaba la esperanza colectiva de un pueblo cansado de promesas vacías.
Después de aquel discurso, el tiempo se ha encargado de mostrar que los compromisos se quedaron en el aire. Las obras inconclusas siguen siendo la constante, la transparencia brilla por su ausencia y la corrupción que se prometió combatir parece haberse transformado en silencio y permisividad.
Hoy muchas de las cosas de las que muchos líderes como Ariel soñaron ver realizadas no se cumplieron. Quedaron relegadas al olvido.
El atraso de Riosucio fue tema de campaña. Líderes como Borlín Valencia también se sumaron con optimismo, creyendo que un empresario serio, al frente de la alcaldía, traería la eficiencia y la presencia que tanto se necesitaba.
Pero tras la elección, el mandatario pareció olvidarse de esas palabras. Las calles siguen deterioradas, el transporte escolar de villa Rufina no existe, los campesinos continúan abandonados y la administración municipal se volvió inalcanzable, encerrada en oficinas o ausente por los constantes desplazamientos del alcalde.
Todo aquello que se prometió mejorar quedó postergado, mientras el atraso se mantiene y el pueblo pierde la paciencia.
Críticas que se volvieron espejo
Durante la campaña, el mismo Juan Moreno entonces candidato criticaba duramente los problemas que hoy, paradójicamente, siguen sin solución: el transporte escolar, el abandono al campo y la precaria atención en salud.
Su voz, que entonces señalaba las fallas de otros, hoy se reflejan en su propia gestión. Los niños siguen arriesgando la vida al cruzar el rio para llegar a clases, los campesinos trabajan en medio de ríos taponados, sin vías de acceso y sin apoyo institucional.
Las críticas se volvieron espejo, y lo que antes denunciaba, hoy lo representa.
Juventud y salud: las promesas que se esfumaron
También habló del papel de los jóvenes, de su importancia para el desarrollo del municipio, y del compromiso con el hospital de Riosucio, cuya situación describió en campaña como “vergonzosa”.
Hoy, cuando tiene la posibilidad de cambiar esa realidad, poco o nada se ha hecho. Las oportunidades para la juventud son escasas y las obras en el centro de salud sigue en condiciones que preocupan a la comunidad.
Del dicho al hecho, hay mucho trecho. Las palabras no curan ni educan. Las acciones, que eran lo esperado, no llegaron.
Las alianzas políticas también prometieron cambios. Durante la campaña, el alcalde logró el respaldo de líderes influyentes como Marino Córdoba y de comunidades indígenas que confiaron en sus compromisos de manejo transparente de los recursos.
Sin embargo, el resultado ha sido desalentador. Los pueblos indígenas, cansados del incumplimiento, se han visto obligados a realizar paros y manifestaciones para exigir lo que se les prometió. Los recursos que se dijo se manejarían con responsabilidad siguen envueltos en dudas y reclamos.
Del discurso al resultado, la brecha es enorme. Y esa distancia no la provocó el pueblo, sino la falta de cumplimiento del mandatario.
Hoy, las comunidades que un día tendieron la mano al candidato se sienten defraudadas. Lo que fue esperanza, se convirtió en frustración. Lo que fue promesa, se volvió indiferencia.
Un municipio sin rumbo y sin control
En medio de todo, Riosucio sigue caminando sin dirección. Las promesas de gestión se diluyen entre viajes oficiales y comunicados vacíos. Las obras, cuando se anuncian, no se ven. Y lo más grave: quienes deben ejercer control Concejo, veedurías, entes de control guardan silencio, mientras el desorden administrativo avanza sin freno.
Los discursos de campaña quedaron grabados, pero los hechos, que son los que importan, nunca llegaron.
El pueblo vuelve a comprobar que, en Riosucio, del dicho al hecho hay mucho trecho.
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