Campesinos de la comunidad de regadero en el río Salaquí piden auxilio ante pérdidas y abandono.

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En la comunidad de Regadero, en el río Salaquí, el campesino Dagoberto Acosta alzó su voz para clamar por ayuda al gobierno municipal. Su testimonio refleja el dolor de muchas familias que, durante la pasada temporada de inundaciones, perdieron sus cultivos y aún no reciben apoyo. En su caso, la platanera que sostenía su sustento quedó destruida, y con ella se desvaneció parte de la esperanza de seguir adelante.

Acosta hizo un llamado a la unidad entre las comunidades para buscar soluciones a esta situación que golpea a la zona rural. También lamentó que, durante el paro indígena, la población afro no respaldara una movilización que incluía peticiones de beneficio colectivo, no solo para los pueblos indígenas.

Pero lo que vive Regadero es apenas una parte de un problema mayor. En toda la cuenca del río Salaquí se repite la misma realidad: campesinos luchando contra el abandono estatal, con vías intransitables y el temor diario de no poder sacar sus productos. Los videos que circulan a diario muestran el drama de mover bultos de plátano, banano o arroz por caminos imposibles, mientras las promesas de obras y mejoras se quedan en el papel.

El río Salaquí se ha convertido en terreno fértil para quienes usan el presupuesto público en proyectos que no se concretan. Entre destaponamientos que no alivian y supuestas mejoras que nadie ve, los campesinos siguen pagando con esfuerzo y resignación los costos de un engaño que se ha prolongado por años.

Este no es solo un problema de transporte: es el grito ignorado de una comunidad que exige dignidad y respeto. Mientras unos se enriquecen usando su dolor como pretexto, otros sobreviven con las manos vacías… y el corazón lleno de tristeza.

 

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