En medio del drama que se repite año tras año en Riosucio, Chocó, la voz de Rosa Robledo se alza como un grito silencioso desde el corazón de la emergencia. Madre cabeza de familia y residente el barrio el centro en su parte trasera, Rosa vive entre el agua y el miedo. La creciente se metió sin permiso a su casa, lo mojó todo, y le dejó como único refugio una vivienda inundada donde hasta las culebras se pasean.
Su situación económica, marcada por la escasez, no le permite construir lo que muchos hacen para proteger sus pertenencias: el tabinque, una estructura de madera elevada sobre el piso que permite salvar camas, enseres y lo poco que se tiene. Ella no ha podido. Su cama sigue con las patas en el agua.
En el video que envió a nuestro medio, se observa cómo las aguas han invadido cada rincón de su hogar. Allí, entre paredes humildes y sin barreras contra la naturaleza, Rosa espera. No pide lujos, solo que alguien escuche y actúe. Que no tenga que dormir otra noche con el agua en los pies y la amenaza de una serpiente bajo la cama.
Hoy, mientras las autoridades evalúan daños y reparten promesas, ella sobrevive. Pero no debería tener que hacerlo sola.
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