Crecientes del Atrato agravan el riesgo para niños y dificultan la movilidad en Riosucio: el Puentón sigue sin intervención oficial.

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Las crecientes del río Atrato volvieron a poner en jaque a los habitantes de Riosucio, Chocó. Esta vez, como tantas otras, el agua desbordada se convirtió en una barrera para la movilidad, en una amenaza constante para las viviendas y en una tragedia latente para los más pequeños, quienes, en medio del caos, enfrentan el riesgo de perder la vida por inmersión.

Este fenómeno natural, que año tras año azota a los pueblos del bajo Atrato, parece haberse convertido en una rutina temida por las comunidades que lo padecen. La administración municipal ha iniciado intervenciones con la instalación de puentes peatonales improvisados en zonas críticas, lo cual ha permitido alivianar, de manera momentánea, algunas de las dificultades que deja la creciente. Sin embargo, estos recursos que se destinan varias veces en el año a soluciones temporales podrían ser aprovechados en obras de mayor impacto como el levantamiento de calles, que representaría una medida estructural frente al riesgo recurrente de inundación.

En medio de estas emergencias, el Puentón vuelve a ser la principal vía de paso para muchas familias. Sin embargo, a pesar de las múltiples súplicas de la comunidad y de los reiterados accidentes registrados allí, esta estructura no ha sido objeto de intervención seria por parte del gobierno municipal. El paso sigue expuesto, deteriorado y sobrecargado, sin las mínimas condiciones de seguridad para quienes lo cruzan diariamente.

A esto se suma la falta de acción del gobierno nacional, que sigue sin implementar un plan de dragado permanente en las bocas del Atrato. Esta omisión ha profundizado los efectos de las crecientes, al impedir que el río tenga una salida fluida hacia el mar. La ausencia de esta medida preventiva agrava el problema cada año y deja a los municipios de esta zona en condiciones de vulnerabilidad extrema.

No se trata únicamente de soluciones temporales para mitigar los impactos de algo que no es nuevo, sino de responder con responsabilidad y humanidad. desde el gobierno nacional, departamental y municipal no se puede seguir actuando con soluciones provisionales, paños de agua tibia, ni mercados, mientras las tragedias se repiten. Es urgente un compromiso real con la infraestructura, con la prevención y con la vida. Porque cada creciente que no se atiende con seriedad, arrastra no solo barro, sino también la confianza de un pueblo que siente que, otra vez, se le dejó solo frente al río.

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